“Mayoría oprimida”, Trata sobre un mundo donde los roles de género se han invertido, donde mujeres son las opresoras y los hombres oprimidos. En el corto, Pierre es un hombre común que sufre las consecuencias de caminar por la calle y realizar su actividad cotidiana en una realidad donde su género está cosificado y es un objeto sexual. Una sociedad que oprime a estos hombres y donde las mujeres les dicen cómo vestir, cuándo salir de casa o cómo ir por la calle. Título original Majorité opprimée (Oppressed Majority) (S) Año 2010 Duración 11 min. País Francia Dirección Eleonore Pourriat
La historia de Sorkunde, una supermamá, nos describe de manera humorística las múltiples situaciones cotidianas a las que se enfrenta cualquier familia y en la que se adoptan papeles y conductas estereotipadas, marcadas por las diferencias de roles entre hombres y mujeres. A lo largo de la historia se proponen modelos alternativos para potenciar la igualdad de oportunidades desde la infancia y en todos los ámbitos de la vida laboral, familiar y social.
Te contamos nuestra versión de la historia del feminismo desde su comienzo en el siglo XVIII, hasta la actualidad. Y lo hacemos de forma gráfica, sencilla y entretenida.
Hay diferentes maneras de medir la brecha salarial. Una de ellas es comparar cuál es el sueldo medio de las mujeres con el sueldo medio de los hombres. En este caso, la diferencia es de 6.000 euros al año, lo que equivale al 22,3% de diferencia, según el INE.
Este 22,3% supone un ligero empeoramiento con respecto al 2008, cuando la diferencia del sueldo anual medio entre hombres y mujeres era del 21,9%.
Otra manera de medir la brecha salarial y que en Europa es la más utilizada, que consiste en buscar el salario medio por hora entre mujeres y hombres. Los datos demuestran que, en este caso, la brecha es del 14,7% por hora.
España se sitúa con este 14,7% en la media de brecha salarial entre los países europeos, siendo Italia el que tiene una inferior con un 5% de diferencia entre hombres y mujeres. Alemania, por su parte, está en el 21% de brecha.
En lo referente a la formación, sin embargo, la brecha es a favor de las mujeres, ya que el 55,6% acceden a formación universitaria superior, mientras que lo hacen el 37,2% de los hombres.
En Nepal, una tradición sobre la impureza de la sangre menstrual obliga a las mujeres con la regla a exiliarse, algo conocido como chaupadi.
La madre de la fotógrafa Poulomi Basu, viuda, no puede vestir de color rojo. En la India, el país donde nació Basu, el rojo simboliza la pureza y el pecado y también se usa para marcar las ocasiones felices. La cultura tradicional hindú dicta que las viudas solo pueden vestir saris de tela blanca —el color del luto y de la muerte— durante el resto de su vida. Además, se les prohíbe asistir a celebraciones o volver a casarse.
En los 16 años que han pasado desde la muerte de su padre, Basu, de 33 años, ha convencido a su madre para remplazar sus saris blancos con telas de colores más vivos, pero todavía no viste de rojo ni de rosa. Basu ha conseguido cambiar el rumbo de una tradición represiva en la vida de una de las personas más importantes de su mundo: su madre. «Empieza una por una», así explica Basu su enfoque sobre cómo generar cambio.
«A medida que crecía, me di cuenta de cómo se usaban las costumbres y las tradiciones como fuerzas para someter y controlar a las mujeres», y esto incluye el uso del color, explica.
En su serie A Ritual of Exile, Basu estudia el rojo como color relacionado con la sangre de la menstruación. Su objetivo a largo plazo es contribuir a poner fin a la arraigada práctica hindú del chaupadi, que aísla a las mujeres con la regla y las sitúa en un ciclo normalizado de violencia perpetuada por la costumbre, la tradición y la religión.
Su obra, fotografiada en Nepal, revela las situaciones extremas que las mujeres en regiones rurales soportan durante una semana al mes durante los 35 o 45 años de su ciclo menstrual. Las mujeres son expulsadas de sus casas, ya que se las ve como impuras, intocables y con el poder de provocar desastres para las personas, el ganado y la tierra cuando sangran. Algunas se quedan en cobertizos cercanos, mientras que otras deben viajar a 10 o 15 minutos de sus casas a pié, atravesando densos bosques para llegar a pequeñas cabañas aisladas. Durante su exilio, las mujeres se enfrentan a —y frecuentemente mueren por— las altas temperaturas, la asfixia por los fuegos que encienden para mantenerse en calor durante el invierno, el veneno de las cobras y las violaciones.
Basu comenzó su proyecto en 2013, visitando Nepal una media de dos semanas al año. Es difícil acceder y suele depender de guardianes como los maridos, las suegras, las profesoras y de las mujeres temporalmente marginadas. Basu, que tuvo que caminar entre seis y ocho horas sobre terreno montañoso para llegar a las aldeas donde tiene lugar el chaupadi, ha tenido tiempo para reflexionar. «No podía creerme cuánto dolor había en esa belleza y ese paisaje que asociamos a la libertad, la aventura y la evasión», explica. Para Basu, el elevado y turbulento paisaje rural de Nepal —ya sea un brillante cielo lleno de estrellas o las nubes de una tormenta inminente— ha llegado a simbolizar el dolor que sufren las mujeres de allí.
«Mi trabajo es muy silencioso porque gran parte tiene que ver con la lucha silenciosa y la protesta silenciosa» que acompañan a la opresión de las mujeres en una sociedad patriarcal, señala Basu.
Basu piensa en la historia de Lakshmi, una mujer de unos 30 años con tres hijos. Su marido la dejó hace cinco años y nunca regresó. Pero Lakshmi va obedientemente al exilio cuando tiene la regla. Su suegra se lo impone. Lakshmi se ve obligada a llevarse a su hijo con ella al remoto páramo.
A continuación, cuenta la historia de una profesora de escuela, una de las pocas mujeres que conoció en las aldeas que no practicaba el chaupadi. Cuando su mejor amiga murió después de que la violaran en el exilio, su marido apoyó su decisión de abandonar la tradición. A fin de cuentas, para Basu este fue un momento alentador en la historia del chaupadi.
Una de sus imágenes favoritas muestra a Chandra Tiruva, de 34 años, y a su hijo, Madan, de 2 años, compartiendo una cabaña con Mangu Bika, de 14 años. Las mujeres que practican el chaupadi al mismo tiempo duermen la una cerca de la otra. «Es un momento muy tierno», afirma Basu. «Aún en el exilio, el niño busca el pecho de la madre. Es un momento de paz y amor dentro de ese espacio».
Basu sabe qué se siente cuando otros toman decisiones por ti y la ira y la frustración que provoca. «No se me permitía entrar en una cocina cuando tenía la regla y las festividades religiosas me estaban prohibidas cada vez que sangraba», recuerda.
También está familiarizada con la fuerza de una madre que hace todo lo que puede para ayudar a su hija a salir de un ciclo de sufrimiento e injusticia. Tras la muerte de su padre, el hermano mayor de Basu, bastante conservador, se convirtió en el cabeza de familia. Basu decidió irse de casa y, con la inesperada ayuda financiera y el apoyo de su madre, se trasladó a Bombay. Este fue un importante catalizador para la vida libre de limitaciones tradicionales que lleva ahora. «No mucha gente tiene la alternativa que yo tuve», admite Basu. «Si [mi madre] hubiera llorado y se hubiera derrumbado y hubiera dicho que no podía irme, no me hubiera marchado».
En sus fotografías, Basu reconoce la conexión emocional que establece entre sus propias experiencias y las madres que protegen por instinto a sus hijos en circunstancias extremas.
Aunque el Tribunal Supremo de Nepal declaró ilegal el chaupadi en 2005, las mujeres a quienes fotografía Basu han sido educadas para aceptar la tradición sin protestar. Pero mantener la boca cerrada no implica que hayan aceptado el chaupadi para sus hijas. Unas cuantas han preguntado a Basu de forma clandestina: «¿Te llevarías a mi hija? Llévatela a la ciudad contigo. Llévatela, corre».
El camino hacia la revolución no es fácil, afirma Basu.
Puedes ver más fotografías de Poulomi Basu en su página web.
'No te pierdas, sin libertad no hay amor' es una campaña para prevenir la violencia de género desde las primeras relaciones de pareja. Está impulsada de manera conjunta por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) y el Instituto Andaluz de la Juventud (IAJ), pretende prevenir la violencia de género en la juventud, a través de la pedagogía, concienciando sobre qué modelos de masculinidad, de amor y de sociedad pueden derivarle hacia la violencia machista.
Consta de dos vídeos complementarios, que, desde el punto de vista de la chica y el chico, muestran cómo se desarrolla el proceso en la juventud, atendiendo especialmente a las conductas iniciales de dominio.
Asimismo, se ha elaborado un manual de uso donde se ofrece a personas que intervienen con la juventud un conjunto de estrategias, actividades y dinámicas de grupo para trabajar en torno a esos vídeos respuestas positivas ante la violencia de género.
Capítulo dedicado a Clara Campoamor de la serie Mujeres en la Historia (2003) dirigida por María Teresa Álvarez.
Duración 46 minutos.
Pulsa sobre la imagen para ir al vídeo.
En el año 1931, en España se proclama la Segunda República. En este contexto, las mujeres son elegibles pero no pueden votar. Clara Campoamor y Victoria Kent son las primeras mujeres diputadas que pisan las cortes y se plantean muy firmemente luchar por los derechos de la mujer. Clara Campoamor sabe que eso pasa por una primera y gran conquista: el voto femenino. A partir de este momento, su lucha no es nada fácil. Muy pronto encuentra su primer obstáculo: sus propios compañeros de partido, republicanos, de izquierdas, temen que las mujeres voten influenciadas por la iglesia y, por ello, a la derecha, así que le dan la espalda. Ese argumento se generaliza y hace que Clara Campoamor se vaya quedando sola en el parlamento en su defensa del sufragio universal. Después de una lucha constante, y después de múltiples traiciones, el 1 de diciembre de 1931, Campoamor consigue su objetivo: el voto para la mujer.